Ofrecida a Enrique II por el Papa Pablo
IV, esta obra es una de las primeras estatuas antiguas que llegaron a
Francia. Para los romanos Diana representa, acompañada por un
ciervo, la Artemisa griega, hermana gemela de Apolo, virgen esquiva y
cazadora incansable, cuyos gestos pueden castigar las vejaciones de
los hombres. La estatua se inspira en un bronce del siglo IV,
atribuido a Leochares: el movimiento y la agitación de los pliegues
pertenecen a las investigaciones de ese periodo en el que las formas
se humanizan.
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